Elogio de la luz y de la sombra

Mónica Dixon expone sus interiores en As Quintas de La Caridad
Luis Feás Costilla - La Nueva España - Octubre 2022


Fuera de núcleos principales como Gijón y Avilés, hay repartidas por Asturias una serie de localidades que disponen de centros municipales con buenas salas de exposiciones y una programación estable, a disposición de vecinos y aficionados. Se trata por ejemplo de Piedras Blancas y su Valey Centro Cultural de Castrillón, Candás y su Centro de Escultura Museo Antón, Mieres y deslumbrante PZSB, recuperados ambos para la ciudadanía, Villaviciosa y su recién restaurado Ateneo, Pola de Siero y la espléndida sala de su Fundación Municipal de Cultura, cabecera de una red de Casas de Cultura que, aunque menores, no por ello son menos meritorias, como las de Grao o Cangas de Onís. Falta en esta relación Oviedo, cuyo Ayuntamiento ha sido incapaz de restablecer en los tres últimos mandatos un lugar donde realizar exposiciones de forma continuada, algo impropio de una ciudad que es, al fin y al cabo, la capital asturiana.
Entre estas localidades destaca La Caridad, no tanto por la sala situada en la Casa Consistorial, que de vez en cuando también programa buenas exposiciones, como por el Complejo Cultural As Quintas, que, aunque cuenta con el apoyo municipal, es básicamente sostenido por su Asociación de Amigos y numerosos colaboradores, con el asesoramiento del escultor Herminio. Son tantas y tan atractivas las actividades artísticas allí desarrolladas que es casi obligado reseñarlas en estas páginas y aun así no es extraño, dada su frecuencia, que algunas de ellas queden fuera, como sucedió con el joven Javier Ortega. O con David Magán, que, con sus arquitecturas inmateriales, sus objetos de luz y sus figuras duales realizó este verano todo un elogio de la sombra, en un espacio que, por el acabado de sus paredes, su techo de madera, su sistema de alumbrado y climatización, constituye un modelo a seguir en cuanto a adaptación de una casona antigua a las necesidades culturales de una comunidad viva que quiere progresar y sentirse moderna. Con Magán y el propio Herminio tiene mucho que ver la artista que expone ahora, la bien conocida pintora Mónica Dixon (Marlton, Nueva Jersey, EE UU, 1971), que juega sólo con los matices de tres colores, el blanco, el negro y el rojo, y hace asimismo un elogio de la luz y de la sombra, lo que no resulta extraño en un complejo cultural que tiene bien definida su línea de programación. A decir verdad, la pintora, residente en Oviedo, trabaja fundamentalmente dos series distintas, la allí mostrada y otra dedicada a los amplios paisajes de espacios abiertos, con casas solitarias de inquietante arquitectura situadas en mitad de la llanura de una Norteamérica rural más evocada e imaginaria que real, que acaba de exponer por ejemplo en una individual en la Galerie Artima de París, bajo el título de «Backyards». Son lugares que no existen más que en su espíritu, en una manifestación de la nostalgia que a veces siente por la tierra que la vio nacer.
Por otro lado, están sus interiores, esos «espacios detenidos» (así tituló su última exposición en la Galería Guillermina Caicoya de Oviedo) que elabora mediante maquetas y en los que lo fundamental es el efecto de la luz, esa claridad que entra lateralmente y se refleja en las paredes, despojadas de todo lo innecesario, en una concreción cada vez más abstracta que le ha valido numerosos premios y reconocimientos, el más reciente en el Certamen Nacional de Pintura «Virgen de las Viñas» de Tomelloso, en Ciudad Real. Lo que quiere mostrar es el espacio en sí mismo y la luz que lo revela, para transmitir la soledad esencial del escenario y su extrañamiento, en una pintura que habla tanto de presencias como de ausencias, en este caso expresada en diecisiete cuadros recientes. para ello hace dialogar la iluminación natural y la artificial, jugando con los planos y las perspectivas, en una oscuridad casi total, en blanco y negro, pero con todas las gradaciones del gris, sobre un fondo de habitación iluminado tangencialmente, con uno o varios tabiques en medio que segmentan el haz de luz y generan un halo que va degradándose hasta desaparecer en la negritud, aplicada al acrílico de manera tan pulcra que roza la perfección. Sólo en ciertas ocasiones se introduce algún elemento distinto, como un muro en rojo profundo o alguna figura geométrica de ese color, de valor puramente formal. Como escribe en el catálogo Alfonso de la Torre, «Dixon pinta el espacio con precisión y nombra las sombras, extiende lugares donde vibra una interioridad silenciosa [que] semejase poblada por un vacío lunar, paisajes oscuros, representando escenas que parecen mostrarse en disimetría, unas sobre las siguientes, éstas sobre las anteriores, como en un proceso de continuo desvelamiento».

Vivir en lo extraño
Mónica Dixon
Complejo Cultural As Quintas, calle Quintas 1, La Caridad. Hasta el 22 de octubre