«Espacios detenidos», Mónica Dixon

Santiago Martínez – La Escena – Diciembre 2020

Existe en la pintura de Mónica Dixon una voluntad de describir la realidad con precisión, en ella la luz y el espacio -escenario donde todo acontece- son protagonistas. Sin abandonar sus pinturas de solitarias casas inmersas en amplios horizontes, evocadores del paisaje estadounidense, su tierra de origen; nos traslada ahora a un mundo de interior matizado por fuertes contrastes lumínicos y en el que irrumpe, tímidamente, alguna nota de color. Desde siempre ha adaptado la luz a un lenguaje plástico muy personal, captando su claridad y nitidez exterior o, como ocurre ahora, desencadenando sensaciones y pensamientos profundos mediante el diálogo con las sombras. Su pintura se debate entre un mundo construido a partir del racionalismo geométrico y una pérdida de definición que nos lleva hasta el límite de la abstracción. Así lo advertimos en Somewhere…Nowhere de 2017, su anterior exposición en la galería Guillermina Caicoya; algunas de las obras allí expuestas anunciaban esta deriva hacia paisajes de interior, Exit, Scape o Nowhere contienen en sus títulos alusiones directas al despojamiento de identidad, zonas de tránsito, asépticas y despersonalizadas, ligadas al pensamiento del antropólogo Marc Augé y los no-lugares. Fueron estas obras las que llamaron la atención del crítico Rubén Suárez: “bellísimas pinturas, y con aura, estas arquitecturas de interior mágicamente orquestadas de luz y de sombra”; augurando un desarrollo posterior, como así ha ocurrido.
Advertimos ahora una profundización en esos interiores que, ajenos a la presencia humana -solo tangible en el hecho constructivo, en sus paredes y vanos- son generadores de espacios para la luz. Estamos ante una obra introspectiva y magnética, lejanamente ligada a la quietud atemporal de los presupuestos metafísicos de Giorgio Morandi y, más aún, de Giorgio De Chirico, aquel soñador de nuevos escenarios y otras realidades. En la propuesta actual de nuestra artista, se encuentra una arquitectura entendida más como recurso que como tema, como pretexto para indagar en aspectos de la creación de índole reflexivo y conceptual, también emocional. Su manera de concebir la luz es contundente y veraz, procede de una observación puntual en algún entorno indeterminado, con efectos filtrados desde puertas, ventanas y rendijas, o recreada y diseccionada en el estudio, simulando o favoreciendo nuevos hallazgos lumínicos, analizando su ductilidad o su rotunda fisicidad. Así lo advertimos en obras como Out there II o Empty walls, con una planimetría perfecta en la que la perspectiva asume un papel clave en la configuración de las superficies pictóricas y la claridad acentúa volúmenes, planos y aristas, potenciando una desnuda geometría de carácter minimalista.
En Espacios detenidos las obras desencadenan emociones, los efectos espaciales y lumínicos despiertan un sinfín de sensaciones provocadas desde la pulsión de sus sombras, esas presencias tangibles y necesarias que enlazan con una tradición oriental que las venera, como así recoge El elogio de la sombra de Junichirô Tanizaki: “creo que lo bello no es una sustancia en sí, sino tan solo un dibujo de sombras, un juego de claroscuros producido por la yuxtaposición de diferentes sustancias” y, ciertamente, es en esa riqueza de matices provocada por las sombras donde se encuentra otra de las aportaciones plásticas de su pintura, desde la oscuridad absoluta hasta la luz plena, desde la opacidad hasta la transparencia, potenciadas, contenidas o atenuadas, las sombras ocupan un lugar privilegiado, sin ellas, la armonía perdería su sentido y se apagaría su bello influjo sobre el color. En esta línea, resulta interesante la irrupción de algunos registros cromáticos entre el rojo y el verde en A Quiet Thing, Red & Green o Room 3 que, afectados lumínicamente, muestran sutiles matices que parecen desvanecerse en la suave bruma que los envuelve. Los planos de color, y la propia concepción del espacio/caja donde se desencadenan estas armonías, provocan flujos formales y cromáticos similares a composiciones musicales que dependen de los tonos, su localización y su espaciamiento; es en este ámbito donde se encuentran los hallazgos plásticos de Josef Albers y sus experiencias sobre La Interacción del color y que el propio artista puso en práctica en su obra pictórica para mostrar cómo las leves variaciones tonales modifican la percepción de las formas. Al igual que en las sugestivas instalaciones inmateriales de James Turrell donde la incorporación de efectos lumínicos y atmosféricos hace perder los “referentes espaciales”, llevándonos al límite de la percepción sensorial del vacío.
Como en estos artistas, en la pintura de Mónica Dixon el vacío es determinante; la luz pugna por ocupar su espacio ante la contención de los límites, en obras como Beware of darkness, Geometrical Presence o Dark passage, tras unos inquietantes y oscuros primeros planos, surgen dilatadas zonas de concentración de energía. Es en este paso de la oscuridad a la luz donde se halla el acceso a algunos de los misterios que contienen sus pinturas, la frontera donde confluyen lo racional y lo emocional; es en el límite donde se encuentra el punto en el que una cosa se convierte en otra y, situarnos ante estas obras es una invitación para cruzar el umbral y habitarlas. Cuando el filósofo Martin Heidegger indica en su texto Construir, Habitar, Pensar, cómo la capacidad del ser humano para crear espacios, no solo está relacionada con la necesidad de cobijo, también con una búsqueda interior, un autoconocimiento que permite discernir los interrogantes sobre la existencia, el filósofo se refiere a la dimensión mental del habitar, el espacio tiene capacidad de influir en nuestro pensamiento y en nuestro ser, porque “somos el espacio que habitamos”. De este modo, el vacío ha pasado de ser una categoría ajena a los seres humanos, a estar intrínsecamente ligada a nosotros; a nuestra conciencia y sensibilidad.
Cada obra es un nuevo reto para la artista y su materialización un proceso de introspección y germinación fruto de la tranquilidad del estudio, es ahí donde lo intelectual y emocional se unen en la configuración de su pintura, encuentra en la música de jazz, que siempre la acompaña, una fiel colaborada y Miles Davis participa silenciosamente (In a silent way) en este ambiente propiciatorio y generador de belleza y en el que toma sentido la vida. Little red ball, o Little red ball 2, resumen la esencia del pensamiento y del quehacer de Mónica Dixon, la concentración de luz sobre la esfera, posee una gran carga simbólica, capaz de aunar argumentos racionales sobre su presencia física, con otros de índole antropológica, incluso místicos. Únicamente desde la creación plástica existen estos lugares donde se funden experiencias materiales y mentales, donde la observación objetiva se alía con la libre imaginación y donde la pintura se concibe, al igual que en la obra de músicos y poetas, pasando por alto la realidad para poder acceder a la esencia de las cosas, los paisajes de interior de Espacios detenidos son la confirmación de cómo “poéticamente habita el hombre» (Título de una conferencia impartida por Martín Heidegger extraído de un fragmento poético de Hölderlin).

«Espacios Detenido», Mónica Dixon
Galería Guillermina Caicoya
C/ Principado 11, Oviedo
Hasta el el 5 de febrero de 2021

https://www.laescena.es/espacios-detenidos-monica-dixon/